Es el momento ahora de hablar del “otro” Guadix, puesto que la ciudad realmente se compone de dos ciudades en una, la de los palacios, iglesias y conventos, y la que se extiende en forma de media luna abrazándola y ciñéndole una corona blanca, la de sus fachadas y chimeneas encaladas que emergen de la formación de este barrio se inicia después de la reconquista (la ciudad fue tomada en 1489 por los Reyes Católicos) y a partir de esa fecha empieza la llegada de familias cristianas. Este hecho supone el desplazamiento de los habitantes musulmanes desde el centro, es decir, desde la medina de la ciudad árabe hasta los arrabales, fenómeno que origina este barrio. la tierra.
La ciudad está rodeada de cerros de naturaleza arcillosa que sus habitantes decidieron aprovechar de forma magistral, ya que su interior es fresco en verano y cálido en invierno, perfecto para soportar el riguroso y cambiante clima accitano. Además, se puede ampliar tanto como el cerro lo permita, lo que supone una magistral adaptación del hombre al medio.
Nace un lenguaje propio para la construcción de la “otra” ciudad, como “picar” una cueva en vez de construirla, portada en lugar de fachada, cañadas, veredas y barrancos son ahora las nuevas calles que cobijan las viviendas a su alrededor. El hecho de vivir en “las entrañas de la tierra” y en el catalogado como “paisaje más diferente de Europa” dota a los habitantes de las cuevas de una idiosincrasia y carácter propios, lo que ha propiciado la génesis de multitud de estudios sociológicos.
Aquello que nació como
refugio para la población más humilde ha acabado convirtiéndose en uno de los
emblemas de la ciudad, así más de 2000 están habitadas hoy día, siendo objeto
de culto por gran parte de la población local y foránea, que puede alojarse en
una multitud de complejos turísticos diseminados por Guadix y la comarca.
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